domingo, 16 de agosto de 2015

Pescaito frito

Comentaba mi cuñada Itziar en uno de los apacibles desayunos en la terraza del apartamento de Islantilla que había leído que, de media, una persona engorda unos 3 kg. en vacaciones. Si esta estadística es cierta, algún espabilao se ha tomado las cañas, coquinas y navajas que habían sacado en el chiringuito para mí. Porque yo en una semana de relax he adelgazado un kilo. Para aquell@s que tengan la tentación de sentir envidia, les ruego que no se precipiten y lean el artículo hasta el final.


¿He escrito relax? Pues he mentido como un bellaco. Porque para un anoréxico como yo escapar de la rutina es del todo menos relajante. Te obliga a estar en guardia permanente. Más aún cuando has de integrarte en un grupo y has de aceptar sus costumbres y nuevos horarios y pautas de alimentación. Para mí pasar una semana de vacaciones junto a mi hermano mayor y su familia resulta un ejercicio terapeútico.

Mi hermano Fara es un tipo simple y esta simplicidad es la causa de mi admiración y devoción por él. Quiero decir que no es un persona dada a grandes planteamientos teóricos, sino que tiene un sentido práctico de la vida. En sus dos semanas de vacaciones con la familia una norma prevalece por encima de todas: no hay horarios. Que hay hambre, se come. Que hay sueño, se duerme. Que hay sed, caña en el chiringuito. No hay que complicarse la vida más de lo necesario. Alguien podrá pensar que mi hermano Fara es un tipo bastante normal. Correcto. Pero esta normalidad es tan ajena a mi forma de proceder que buscarla en mí me genera la misma expectación que encontrar el punto G en la anatomía femenina. Tengo grandes dudas de que exista. La normalidad en mí, quiero decir. De lo otro ni puñetera idea.

El cambio de hábitos alimenticios te obliga a tomar nuevas referencias. La táctica habitual, al menos en mi caso, es fijarse en lo que comen los demás e ingerir un poquito menos. Aparte de renunciar a los aperitivos de entre horas, algo que ya tienes perfectamente integrado durante el resto del año. Te vuelves más desconfiado y, en consecuencia, más restrictivo.

Como los bombardeos de Bush en Irak, este comportamiento suele acarrear daños colaterales. Por ejemplo, a mí en cuanto viajo se me cierra el culo. No en sentido sexual, sino que hacer las maletas me estriñe. De hecho, he pasado varios días con retortijones de estómago por culpa de los gases. Hasta cierto punto, creo que este estreñimiento es la somatozación de mi miedo a perder el control de la alimentación. Además, me proporciona la excusa perfecta para saltarme alguna comida o prepararme el almuerzo solo en la casa mientras el resto de la familia acude al coqueto restaurante del puerto.

Tanto mi hermano como mi cuñada me tratan siempre con gran indulgencia y respetan mis peculiaridades y manías con gran paciencia. Yo creo que se hacen a la idea de que pasan una semana de vacaciones con tres niños,o sea, mis dos sobrinos y yo. Puede que el amor sea una divisa tan fuerte como el dólar y no esté tan sujeta como el yuan chino a las políticas de mercado. Pero siento que con mi actitud egoísta estoy agotando poco a poco el crédito de la gente que me quiere.

A pesar del miedo, los retortijones y el dolor de espalda y las rozaduras en el cóxis que me he traído del parque acuático, ha sido una semana especial. Sinceramente, tengo una familia que no me merezco, que me da mucho más amor del que yo le puedo devolver. Espero hacerlo algún día en forma de cañas en el chiringuito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario